Aunque parezca extraño e incompatible, la relación entre concreto y árboles debe aumentar, en especial en las ciudades

Para 2050 más de dos tercios de la población mundial vivirán en zonas urbanas y debería ser una buena opción de los gobiernos que se han propuesto convertir los viejos espacios públicos en parques.
Por ejemplo Shenzhen en China, dedica un 40% de su espacio a paisajes urbanos y Pekín, la capital, también dice que está trabajando en incrementar su espacio verde urbano.
Los parques animan a la gente a hacer ejercicio, lo que mejora la salud mental, el bienestar y las interacciones sociales, como Nueva York que tiene la fama de jungla de cemento y destina una cuarta parte de su extensión a áreas verdes.
Los árboles limpian el aire, por lo que los espacios verdes mejoran su calidad.
El hormigón calienta las ciudades “islas de calor” y hace que los ciudadanos sean más vulnerables a las olas de calor. Las ciudades son mucho más cálidas que los alrededores. Las zonas verdes ayudan a refrescar las zonas urbanas.
Los espacios verdes también absorben agua lluvia y ayudan a prevenir inundaciones. Los espacios verdes puede incluso capturar y purificar las aguas pluviales, convirtiéndose en una parte importante del sistema de gestión de inundación de una ciudad.
Como ejemplo local Bogotá dedica el 4,9% de su territorio a los espacios verdes.
A medida que las ciudades crecen y se vuelven más ricas, necesitan equilibrar el desarrollo económico, a corto plazo, con la salud de sus ciudadanos y los impactos del cambio climático, a largo plazo.